El 29-M, con ilusión a trabajar

Este jueves 29 de marzo España vivió su octava jornada de huelga general en democracia. Como periodista y en activo (una suerte) siempre he sabido cuando empezaba a trabajar, pero nunca cuándo terminaría. Si saliendo por la puerta entra un teletipo avanzando la explosión de una bomba (por ejemplo), con las mismas retrocedo y vuelvo a encender el ordenador. No me considero más responsable ni periodista por eso, simplemente así es como entiendo el periodismo: poner la información al servicio de la ciudadanía. Nadie me ha dicho que así se hace. Así me nace. Por esta razón, en primer lugar, fui a trabajar el 29-M.

Y como los periodistas, muchos otros gremios centrados en prestar un servicio fundamental a la sociedad: personal sanitario, bomberos, policías o medios de transporte. Y añadiría a las funerarias.

En segundo lugar, una huelga general, como unas elecciones, un atentado o un golpe de estado son acontecimientos que se viven con intensidad en las redacciones. Esos días la presión es apasionante, las prisas por la última hora te cargan de adrenalina, las decisiones que escuchas tomar y las indicaciones que recibes te forman como periodista. Mi segunda razón: aprender más del oficio que me gusta.

En tercer lugar, no me gusta que me digan lo que tengo que hacer ni que me traten como una desertora de la causa común (algo que en absoluto he vivido en mi empresa pero sí sentido desde fuera). Creo que la reforma laboral es un retroceso en muchísimos sentidos pero tampoco creo que la huelga sea la forma más adecuada de protestar. En mi caso, después de dos años y medio en Inglaterra trabajando en puestos que no he disfrutado e incluso he sufrido, ahora mismo estoy muy contenta con mi situación laboral. De ahí, mi última y más egoísta razón de no secundar la huelga.

Deja un comentario